HECHOS URBANOS Y TEORIA DE LA CIUDAD
Concibo la arquitectura en sentido positivo, como una creación inseparable de la vida civil y de la sociedad en la que se manifiesta; ella es, por su naturaleza, colectiva.
La arquitectura es, así, connatural a la formación de la civilización y un hecho permanente, universal y necesario.
Creación de un ambiente más propicio a la vida e intencionalidad estética son los caracteres permanentes de la arquitectura.
Con el tiempo, la ciudad crece sobre sí misma; adquiere conciencia y memoria de sí misma.
Este contraste entre lo particular y lo universal, entre lo individual y lo colectivo, es uno de los puntos de vista principales desde los cuales está estudiada la ciudad en este libro; este contraste se manifiesta en diversos aspectos, en las relaciones entre la esfera publica y la privada, en el contraste entre el diseño racional de la arquitectura urbana y los valores del locus, entre edificios públicos y edificios privados.
He tratado de establecer un método de análisis que parte de la consideración de la ciudad como manufactura y de la división de la ciudad en elementos primarios y en zona residencial.
El elemento colectivo y el privado, sociedad e individuo, se contraponen y se confunden en la ciudad, constituida por tantos pequeños seres que buscan una sistematización y al mismo tiempo, juntamente con ella, un pequeño ambiente para ellos, más adecuado al ambiente general.
Los monumentos, signos de la voluntad colectiva expresados a través de los principios de la arquitectura, parecen colocarse como elementos primarios, como puntos fijos de la dinámica urbana.
Insisto en el hecho de que no podemos considerar la historia de una ciudad simplemente como un estudio histórico. Debemos también poner particular atención en el estudio de las permanencias a fin de evitar que la historia de la ciudad se resuelva únicamente en las permanencias. Creo, desde luego, que los elementos permanentes pueden ser considerados también en la proporción de elementos patológicos.
Yo afirmo aquí, que la historia de la arquitectura y de los hechos urbanos realizados es siempre la historia de la arquitectura de las clases dominantes.
Se puede afirmar que hay dos grandes sistemas: el que considera la ciudad como el producto de los sistemas funcionales generadores de su arquitectura, y por ende del espacio urbano, y el que la considera como una estructura espacial.
En los primeros, la ciudad nace del análisis de sistemas políticos, sociales, económicos, y es tratada desde el punto de vista de estas disciplinas: el segundo punto de vista pertenece más bien a la arquitectura y a la geografía.
En efecto, doy en el presente esbozo de teoría urbana gran valor a los monumentos; y me detengo a menudo a considerar su significado en la dinámica urbana sin encontrar ninguna solución completamente satisfactoria.
He dividido este libro en cuatro partes: en la primera me ocupo de los problemas de descripción y de clasificación y, por lo tanto, de los problemas tipológicos; en la segunda, de la estructura de la ciudad por partes; en la tercera, de la arquitectura de la ciudad y del locus sobre el que ésta persiste y, por lo tanto, de la historia urbana; en la cuarta, en fin, aludo a las principales cuestiones de la dinámica urbana y al problema de la política como elección.
ESTRUCTURA DE LOS HECHOS URBANOS
Individualidad de los hechos urbanos.
Por arquitectura de la ciudad se puede entender dos aspectos diferentes: en el primer caso es posible asemejar la ciudad a una gran manufactura, una obra de ingeniería y de arquitectura, más o menos grande, más o menos compleja, que crece en el tiempo; en el segundo caso podemos referirnos a contornos más limitados de la propia ciudad, a hechos urbanos caracterizados por una arquitectura propia y, por ende, por una forma propia.
También sucede que mientras visitamos un palacio, y recorremos una ciudad, tenemos experiencias diferentes, impresiones diferentes.
Hay personas que detestan un lugar porque va unido a momentos nefastos de su vida, otros reconocen en un lugar un carácter fausto; también esas experiencias y la suma de esas experiencias constituyen la ciudad.
Cuestiones tipológicas.
La ciudad, como cosa humana por excelencia, está constituida por su arquitectura y por todas aquellas obras que constituyen el modo real de transformación de la naturaleza.
El tipo se va constituyendo según la necesidad y según la aspiración de belleza; único y sin embargo variadísimo en sociedades diferentes y unido a la forma y al modo de vida.
Tiendo a creer que los tipos del edificio de vivienda no han cambiado desde la Antigüedad a hoy, pero esto no significa sostener completamente que no haya cambiado el modo concreto de vivir desde la Antigüedad a hoy y que no siga habiendo nuevos posibles modos de vivir.
La casa con corredor interior es un esquema antiguo y presente en todas las casas urbanas que queramos analizar; un pasillo que da acceso a las habitaciones es un esquema necesario, pero son tantas y tales las variedades entre cada casa en cada época, que realizan ese tipo que presentan entre ellas enormes diferencias.
Crítica al funcionalismo ingenuo.
Al enfrentarnos con un hecho urbano habíamos indicado las cuestiones principales que surgen; entre ellas la individualidad, el locus, la memoria, el diseño mismo. No nos hemos referido a la función.
Creo que la explicación de los hechos urbanos mediante su función ha de ser rechazada cuando trate de ilustrar su constitución y su conformación.
Rechazamos aquí la concepción funcionalista según la cual las funciones asumen la forma y constituyen unívocamente el hecho urbano y la arquitectura.
Si los hechos urbanos pudiesen continuamente renovarse a través del simple establecimiento de nuevas funciones, los valores mismos de la estructura urbana, puestos de relieve por su arquitectura, estarían disponibles continua y fácilmente; la permanencia misma de los edificios y de las formas no tendría ningún significado y el mismo valor de transmisión de determinada cultura de la que la ciudad es un elemento sería puesto en crisis.
Pero todo esto no corresponde a la realidad.
Si, efectivamente, se puede admitir el clasificar los edificios y las ciudades según su función, como generalización de algunos criterios de evidencia, es inconcebible reducir la estructura de los hechos urbanos a un problema de organización de algunas funciones más o menos importantes; desde luego, esta grave distorsión es lo que ha obstaculizado y obstaculiza en gran parte un progreso real en los estudios de la realidad.
En conclusión, se puede afirmar que el criterio funcional de clasificación es aceptable como regla práctica y contingente al igual que otros criterios; por ejemplo, asociativos, constructivos, de utilización de la zona, etc.
Clasificaciones de este tipo tienen su utilidad; pero no cabe duda de que sirven más para decirnos algo desde el punto de vista adoptado por la clasificación (por ejemplo, el sistema constructivo) que sobre el elemento en sí. Precisamente éste es el punto de vista para el que pueden ser aceptadas.
Problemas de clasificación.
Para proceder al análisis del lugar es necesario establecer a priori los límites dentro de los que viene definido. Tricart establece así tres ordenes o tres escalas diversas:
La escala de la calle que comprende las construcciones y los espacios no construidos que la circundan.
La escala del barrio que está constituido por un conjunto de manzanas con características comunes.
La escala de toda la ciudad considerada como un conjunto de barrios.
La calle adquiere así gran importancia en el análisis de Poète; porque la ciudad nace en un lugar dado, pero es la calle lo que la mantiene viva. Asociar el destino de la ciudad a las vías de comunicación es una regla fundamental de método.
La clasificación propuesta por Milicia distingue los edificios urbanos en privados y públicos, entendiendo por los primeros las viviendas y por los segundos los elementos principales que yo llamaré primarios.
La mayor comodidad pública requiere que estos edificios (de utilidad pública) estén situados no muy lejos del centro de la ciudad, y distribuidos en torno a una gran plaza común.
También sin sus fábricas suntuosísimas la ciudad puede aparecer bella y respirar hermosura. Pero lo mismo es decir bella ciudad que buena arquitectura. Esta afirmación parece decisiva para todos los tratadistas de la arquitectura de la Ilustración; bella ciudad es buena arquitectura, y la proposición es irreversible.
La teoría de la permanencia y los monumentos.
La teoría de las permanencias está en parte relacionada con la hipótesis de la ciudad como manufactura. Las persistencias se advierten a través de los monumentos, los signos físicos del pasado, pero también a través de la persistencia de los trazados y del plano.
Las ciudades permanecen sobre ejes de desarrollo, mantienen la posición de sus trazados, crecen según la dirección y con el significado de hechos más antiguos que los actuales, remotos a menudo. Muchas veces estos hechos permanecen, están dotados de vitalidad continua, y a veces se destruyen; queda entonces la permanencia de las formas, los signos físicos del locus.
La permanencia más significativa está dada así por las calles y por el plano.
A primera vista puede parecer que las permanencias absorben toda la continuidad de los hechos urbanos, pero sustancialmente no es así porque en la ciudad no todo permanece, o lo hace con modalidades tan diferentes que a menudo no son confrontables.
Los hechos urbanos son una parte insuprimible de la ciudad, porque constituyen la ciudad.
Me inclino a creer que los hechos urbanos persistentes se identifican con los monumentos; y que los monumentos son persistentes en la ciudad y efectivamente persisten aún físicamente.
Un hecho urbano determinado por la función solamente no es disfrutable fuera de la explicación de aquella función. En realidad, nosotros continuamos disfrutando de los elementos cuya función ya se ha perdido desde hace tiempo; el valor de estos hechos reside entonces únicamente en su forma.
Vemos la ciudad como una arquitectura de la que destacamos varios componentes, principalmente la residencia y los elementos primarios.
Admitimos que la residencia constituye la parte mayor de la superficie urbana y que presenta ésta raramente caracteres de permanencia.
Reconocemos en cambio a los elementos primarios un carácter decisivo en la formación y en la constitución de la ciudad.
Entre los elementos primarios tienen particular papel los monumentos.
Área y barrio.
El concepto de área desarrollado va estrechamente vinculado al de barrio.
El barrio se convierte en un momento, un sector, de la forma de la ciudad, íntimamente vinculado a su evolución y a su naturaleza, constituido por partes y a su imagen.
De estas partes tenemos una experiencia concreta. Para la morfología social, el barrio es una unidad morfológica y estructural; está caracterizado por cierto paisaje urbano, cierto contenido social y una función propia; de donde un cambio de uno de estos elementos es suficiente para fijar el límite del barrio.
La enunciación científica de la teoría del zoning fue expresada en 1923 por Burgess, partiendo de sus estudios sobre Chicago; el zoning viene definido como la tendencia de la ciudad a disponerse por barrios concéntricos alrededor de un barrio central de negocios o un barrio de tipo direccional.
De la teoría de Burgess sólo me apremiaba poner de relieve cómo la debilidad fundamental está en el concebir las diversas partes de la ciudad como meras transcripciones de una función y entender ésta de manera tan estrecha que determina toda la ciudad como si no existiese algún otro hecho que tener en consideración.
Podemos llamar a éstas zonas caracterizadas; tienen una fisonomía particular; son partes autónomas.
Se indica solamente en la formación y en la evolución de la ciudad norteamericana una confirmación de la “ciudad por partes”.
La residencia.
La ciudad siempre ha sido caracterizada ampliamente por la residencia.
Se puede decir que no existen o no han existido ciudades en las que no estuviese presente el aspecto residencial.
La forma en que se realizan los tipos edificatorios residenciales, el aspecto tipológico que los caracteriza, está estrechamente vinculado a la forma urbana.
En el arte de la arquitectura, la casa es lo que mejor caracteriza las costumbres, los gustos y los usos de un pueblo
La relación entre la residencia y la localización se convierte en preeminente.
La localización de las residencias depende, por consiguiente, de muchos factores geográficos, morfológicos, históricos, económicos.
Antes aún que los factores geográficos, parecen ser determinantes los económicos.
Es lógico suponer que el éxito de los complejos residenciales esté relacionado con la existencia de servicios públicos y de equipamientos colectivos.
El estudio de la residencia puede ser un buen método para el estudio de la ciudad y viceversa.
Los elementos primarios.
Si tomamos un estudio sobre la ciudad vemos que el conjunto urbano está subdividido según tres funciones principales que son: la residencia, las actividades fijas y la circulación.
Las actividades fijas comprenden almacenes, edificios públicos y comerciales, universidades, hospitales, escuelas, etc.
Se puede desarrollar cualquier reducción de la realidad urbana y se llegará siempre al aspecto colectivo; el aspecto colectivo parece constituir el origen y fin de la ciudad.
Los monumentos son siempre elementos primarios.
Pero los elementos primarios no son sólo monumentos, actúan a menudo como catalizadores.
Más no siempre son hechos físicos, construidos, destacables; podemos considerar, por ejemplo, el lugar de un acontecimiento que por su importancia ha dado origen a transformaciones espaciales.
Geografía e historia. La creación humana.
La geografía de la ciudad es inseparable de su historia, y sin ellas no podemos comprender su arquitectura, que es el signo concreto de esta “cosa humana”.
Partes enteras de la ciudad presentan signos concretos de su modo de vivir, una forma propia y una memoria propia.
La ciudad está constituida por partes; cada una de estas partes está caracterizada; posee elementos primarios alrededor de los cuales se agregan edificios.
Los monumentos son puntos fijos de la dinámica urbana.
INDIVIDULIDAD DE LOS HECHOS URBANOS.
LA ARQUITECTURA.
El Locus.
Se señala el locus, entendiendo con ello aquella relación singular y sin embargo universal que existe entre cierta situación local y las construcciones que están en aquel lugar.
La elección del lugar para una construcción concreta como para una ciudad, tenía un valor preeminente en el mundo clásico; la situación, el sitio, estaba gobernado por el genius loci, por la divinidad local, una divinidad precisamente del tipo intermedio que presidía cuanto se desarrollaba en el mismo lugar.
La arquitectura como ciencia.
Viollet le Duc descubre que, en la arquitectura, la casa es la que mejor caracteriza las costumbres, los usos, los gustos de una población; su estructura, como sus caracteres distributivos, no se modifican más que a través de mucho tiempo.
La memoria colectiva.
La ciudad misma es la memoria colectiva de los pueblos; y como la memoria está ligada a hechos y a lugares, la ciudad es el locus de la memoria colectiva.
Ocupándonos de la arquitectura de la ciudad nos hemos esforzado por referirnos al locus, como al principio característico de los hechos urbanos; el locus, la arquitectura, las permanencias y la historia, nos han servido para intentar aclarar la complejidad de los hechos urbanos.
Concibo la arquitectura en sentido positivo, como una creación inseparable de la vida civil y de la sociedad en la que se manifiesta; ella es, por su naturaleza, colectiva.
La arquitectura es, así, connatural a la formación de la civilización y un hecho permanente, universal y necesario.
Creación de un ambiente más propicio a la vida e intencionalidad estética son los caracteres permanentes de la arquitectura.
Con el tiempo, la ciudad crece sobre sí misma; adquiere conciencia y memoria de sí misma.
Este contraste entre lo particular y lo universal, entre lo individual y lo colectivo, es uno de los puntos de vista principales desde los cuales está estudiada la ciudad en este libro; este contraste se manifiesta en diversos aspectos, en las relaciones entre la esfera publica y la privada, en el contraste entre el diseño racional de la arquitectura urbana y los valores del locus, entre edificios públicos y edificios privados.
He tratado de establecer un método de análisis que parte de la consideración de la ciudad como manufactura y de la división de la ciudad en elementos primarios y en zona residencial.
El elemento colectivo y el privado, sociedad e individuo, se contraponen y se confunden en la ciudad, constituida por tantos pequeños seres que buscan una sistematización y al mismo tiempo, juntamente con ella, un pequeño ambiente para ellos, más adecuado al ambiente general.
Los monumentos, signos de la voluntad colectiva expresados a través de los principios de la arquitectura, parecen colocarse como elementos primarios, como puntos fijos de la dinámica urbana.
Insisto en el hecho de que no podemos considerar la historia de una ciudad simplemente como un estudio histórico. Debemos también poner particular atención en el estudio de las permanencias a fin de evitar que la historia de la ciudad se resuelva únicamente en las permanencias. Creo, desde luego, que los elementos permanentes pueden ser considerados también en la proporción de elementos patológicos.
Yo afirmo aquí, que la historia de la arquitectura y de los hechos urbanos realizados es siempre la historia de la arquitectura de las clases dominantes.
Se puede afirmar que hay dos grandes sistemas: el que considera la ciudad como el producto de los sistemas funcionales generadores de su arquitectura, y por ende del espacio urbano, y el que la considera como una estructura espacial.
En los primeros, la ciudad nace del análisis de sistemas políticos, sociales, económicos, y es tratada desde el punto de vista de estas disciplinas: el segundo punto de vista pertenece más bien a la arquitectura y a la geografía.
En efecto, doy en el presente esbozo de teoría urbana gran valor a los monumentos; y me detengo a menudo a considerar su significado en la dinámica urbana sin encontrar ninguna solución completamente satisfactoria.
He dividido este libro en cuatro partes: en la primera me ocupo de los problemas de descripción y de clasificación y, por lo tanto, de los problemas tipológicos; en la segunda, de la estructura de la ciudad por partes; en la tercera, de la arquitectura de la ciudad y del locus sobre el que ésta persiste y, por lo tanto, de la historia urbana; en la cuarta, en fin, aludo a las principales cuestiones de la dinámica urbana y al problema de la política como elección.
ESTRUCTURA DE LOS HECHOS URBANOS
Individualidad de los hechos urbanos.
Por arquitectura de la ciudad se puede entender dos aspectos diferentes: en el primer caso es posible asemejar la ciudad a una gran manufactura, una obra de ingeniería y de arquitectura, más o menos grande, más o menos compleja, que crece en el tiempo; en el segundo caso podemos referirnos a contornos más limitados de la propia ciudad, a hechos urbanos caracterizados por una arquitectura propia y, por ende, por una forma propia.
También sucede que mientras visitamos un palacio, y recorremos una ciudad, tenemos experiencias diferentes, impresiones diferentes.
Hay personas que detestan un lugar porque va unido a momentos nefastos de su vida, otros reconocen en un lugar un carácter fausto; también esas experiencias y la suma de esas experiencias constituyen la ciudad.
Cuestiones tipológicas.
La ciudad, como cosa humana por excelencia, está constituida por su arquitectura y por todas aquellas obras que constituyen el modo real de transformación de la naturaleza.
El tipo se va constituyendo según la necesidad y según la aspiración de belleza; único y sin embargo variadísimo en sociedades diferentes y unido a la forma y al modo de vida.
Tiendo a creer que los tipos del edificio de vivienda no han cambiado desde la Antigüedad a hoy, pero esto no significa sostener completamente que no haya cambiado el modo concreto de vivir desde la Antigüedad a hoy y que no siga habiendo nuevos posibles modos de vivir.
La casa con corredor interior es un esquema antiguo y presente en todas las casas urbanas que queramos analizar; un pasillo que da acceso a las habitaciones es un esquema necesario, pero son tantas y tales las variedades entre cada casa en cada época, que realizan ese tipo que presentan entre ellas enormes diferencias.
Crítica al funcionalismo ingenuo.
Al enfrentarnos con un hecho urbano habíamos indicado las cuestiones principales que surgen; entre ellas la individualidad, el locus, la memoria, el diseño mismo. No nos hemos referido a la función.
Creo que la explicación de los hechos urbanos mediante su función ha de ser rechazada cuando trate de ilustrar su constitución y su conformación.
Rechazamos aquí la concepción funcionalista según la cual las funciones asumen la forma y constituyen unívocamente el hecho urbano y la arquitectura.
Si los hechos urbanos pudiesen continuamente renovarse a través del simple establecimiento de nuevas funciones, los valores mismos de la estructura urbana, puestos de relieve por su arquitectura, estarían disponibles continua y fácilmente; la permanencia misma de los edificios y de las formas no tendría ningún significado y el mismo valor de transmisión de determinada cultura de la que la ciudad es un elemento sería puesto en crisis.
Pero todo esto no corresponde a la realidad.
Si, efectivamente, se puede admitir el clasificar los edificios y las ciudades según su función, como generalización de algunos criterios de evidencia, es inconcebible reducir la estructura de los hechos urbanos a un problema de organización de algunas funciones más o menos importantes; desde luego, esta grave distorsión es lo que ha obstaculizado y obstaculiza en gran parte un progreso real en los estudios de la realidad.
En conclusión, se puede afirmar que el criterio funcional de clasificación es aceptable como regla práctica y contingente al igual que otros criterios; por ejemplo, asociativos, constructivos, de utilización de la zona, etc.
Clasificaciones de este tipo tienen su utilidad; pero no cabe duda de que sirven más para decirnos algo desde el punto de vista adoptado por la clasificación (por ejemplo, el sistema constructivo) que sobre el elemento en sí. Precisamente éste es el punto de vista para el que pueden ser aceptadas.
Problemas de clasificación.
Para proceder al análisis del lugar es necesario establecer a priori los límites dentro de los que viene definido. Tricart establece así tres ordenes o tres escalas diversas:
La escala de la calle que comprende las construcciones y los espacios no construidos que la circundan.
La escala del barrio que está constituido por un conjunto de manzanas con características comunes.
La escala de toda la ciudad considerada como un conjunto de barrios.
La calle adquiere así gran importancia en el análisis de Poète; porque la ciudad nace en un lugar dado, pero es la calle lo que la mantiene viva. Asociar el destino de la ciudad a las vías de comunicación es una regla fundamental de método.
La clasificación propuesta por Milicia distingue los edificios urbanos en privados y públicos, entendiendo por los primeros las viviendas y por los segundos los elementos principales que yo llamaré primarios.
La mayor comodidad pública requiere que estos edificios (de utilidad pública) estén situados no muy lejos del centro de la ciudad, y distribuidos en torno a una gran plaza común.
También sin sus fábricas suntuosísimas la ciudad puede aparecer bella y respirar hermosura. Pero lo mismo es decir bella ciudad que buena arquitectura. Esta afirmación parece decisiva para todos los tratadistas de la arquitectura de la Ilustración; bella ciudad es buena arquitectura, y la proposición es irreversible.
La teoría de la permanencia y los monumentos.
La teoría de las permanencias está en parte relacionada con la hipótesis de la ciudad como manufactura. Las persistencias se advierten a través de los monumentos, los signos físicos del pasado, pero también a través de la persistencia de los trazados y del plano.
Las ciudades permanecen sobre ejes de desarrollo, mantienen la posición de sus trazados, crecen según la dirección y con el significado de hechos más antiguos que los actuales, remotos a menudo. Muchas veces estos hechos permanecen, están dotados de vitalidad continua, y a veces se destruyen; queda entonces la permanencia de las formas, los signos físicos del locus.
La permanencia más significativa está dada así por las calles y por el plano.
A primera vista puede parecer que las permanencias absorben toda la continuidad de los hechos urbanos, pero sustancialmente no es así porque en la ciudad no todo permanece, o lo hace con modalidades tan diferentes que a menudo no son confrontables.
Los hechos urbanos son una parte insuprimible de la ciudad, porque constituyen la ciudad.
Me inclino a creer que los hechos urbanos persistentes se identifican con los monumentos; y que los monumentos son persistentes en la ciudad y efectivamente persisten aún físicamente.
Un hecho urbano determinado por la función solamente no es disfrutable fuera de la explicación de aquella función. En realidad, nosotros continuamos disfrutando de los elementos cuya función ya se ha perdido desde hace tiempo; el valor de estos hechos reside entonces únicamente en su forma.
Vemos la ciudad como una arquitectura de la que destacamos varios componentes, principalmente la residencia y los elementos primarios.
Admitimos que la residencia constituye la parte mayor de la superficie urbana y que presenta ésta raramente caracteres de permanencia.
Reconocemos en cambio a los elementos primarios un carácter decisivo en la formación y en la constitución de la ciudad.
Entre los elementos primarios tienen particular papel los monumentos.
Área y barrio.
El concepto de área desarrollado va estrechamente vinculado al de barrio.
El barrio se convierte en un momento, un sector, de la forma de la ciudad, íntimamente vinculado a su evolución y a su naturaleza, constituido por partes y a su imagen.
De estas partes tenemos una experiencia concreta. Para la morfología social, el barrio es una unidad morfológica y estructural; está caracterizado por cierto paisaje urbano, cierto contenido social y una función propia; de donde un cambio de uno de estos elementos es suficiente para fijar el límite del barrio.
La enunciación científica de la teoría del zoning fue expresada en 1923 por Burgess, partiendo de sus estudios sobre Chicago; el zoning viene definido como la tendencia de la ciudad a disponerse por barrios concéntricos alrededor de un barrio central de negocios o un barrio de tipo direccional.
De la teoría de Burgess sólo me apremiaba poner de relieve cómo la debilidad fundamental está en el concebir las diversas partes de la ciudad como meras transcripciones de una función y entender ésta de manera tan estrecha que determina toda la ciudad como si no existiese algún otro hecho que tener en consideración.
Podemos llamar a éstas zonas caracterizadas; tienen una fisonomía particular; son partes autónomas.
Se indica solamente en la formación y en la evolución de la ciudad norteamericana una confirmación de la “ciudad por partes”.
La residencia.
La ciudad siempre ha sido caracterizada ampliamente por la residencia.
Se puede decir que no existen o no han existido ciudades en las que no estuviese presente el aspecto residencial.
La forma en que se realizan los tipos edificatorios residenciales, el aspecto tipológico que los caracteriza, está estrechamente vinculado a la forma urbana.
En el arte de la arquitectura, la casa es lo que mejor caracteriza las costumbres, los gustos y los usos de un pueblo
La relación entre la residencia y la localización se convierte en preeminente.
La localización de las residencias depende, por consiguiente, de muchos factores geográficos, morfológicos, históricos, económicos.
Antes aún que los factores geográficos, parecen ser determinantes los económicos.
Es lógico suponer que el éxito de los complejos residenciales esté relacionado con la existencia de servicios públicos y de equipamientos colectivos.
El estudio de la residencia puede ser un buen método para el estudio de la ciudad y viceversa.
Los elementos primarios.
Si tomamos un estudio sobre la ciudad vemos que el conjunto urbano está subdividido según tres funciones principales que son: la residencia, las actividades fijas y la circulación.
Las actividades fijas comprenden almacenes, edificios públicos y comerciales, universidades, hospitales, escuelas, etc.
Se puede desarrollar cualquier reducción de la realidad urbana y se llegará siempre al aspecto colectivo; el aspecto colectivo parece constituir el origen y fin de la ciudad.
Los monumentos son siempre elementos primarios.
Pero los elementos primarios no son sólo monumentos, actúan a menudo como catalizadores.
Más no siempre son hechos físicos, construidos, destacables; podemos considerar, por ejemplo, el lugar de un acontecimiento que por su importancia ha dado origen a transformaciones espaciales.
Geografía e historia. La creación humana.
La geografía de la ciudad es inseparable de su historia, y sin ellas no podemos comprender su arquitectura, que es el signo concreto de esta “cosa humana”.
Partes enteras de la ciudad presentan signos concretos de su modo de vivir, una forma propia y una memoria propia.
La ciudad está constituida por partes; cada una de estas partes está caracterizada; posee elementos primarios alrededor de los cuales se agregan edificios.
Los monumentos son puntos fijos de la dinámica urbana.
INDIVIDULIDAD DE LOS HECHOS URBANOS.
LA ARQUITECTURA.
El Locus.
Se señala el locus, entendiendo con ello aquella relación singular y sin embargo universal que existe entre cierta situación local y las construcciones que están en aquel lugar.
La elección del lugar para una construcción concreta como para una ciudad, tenía un valor preeminente en el mundo clásico; la situación, el sitio, estaba gobernado por el genius loci, por la divinidad local, una divinidad precisamente del tipo intermedio que presidía cuanto se desarrollaba en el mismo lugar.
La arquitectura como ciencia.
Viollet le Duc descubre que, en la arquitectura, la casa es la que mejor caracteriza las costumbres, los usos, los gustos de una población; su estructura, como sus caracteres distributivos, no se modifican más que a través de mucho tiempo.
La memoria colectiva.
La ciudad misma es la memoria colectiva de los pueblos; y como la memoria está ligada a hechos y a lugares, la ciudad es el locus de la memoria colectiva.
Ocupándonos de la arquitectura de la ciudad nos hemos esforzado por referirnos al locus, como al principio característico de los hechos urbanos; el locus, la arquitectura, las permanencias y la historia, nos han servido para intentar aclarar la complejidad de los hechos urbanos.
No me quedo muy claro lo de hecho urbano me podria citar un ejemplo por favor
ResponderEliminarel hecho urbano puede ser desde la ciudad, a una comuna, una zona, etc
EliminarBuena síntesis, reúne los elementos principales del libro.
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