INTRODUCCIÓN
La revolución industrial tuvo una importante influencia en el desarrollo
de una nueva concepción tanto en el arte como en la arquitectura. Desde finales
del siglo XIX y principios del XX se formaron en Europa nuevas tendencias
llamadas vanguardias. El futurismo, expresionismo, brutalismo, constructivismo,
experimentalismo y purismo son los movimientos más destacados en el campo de la
arquitectura.
Las vanguardias tuvieron algunas ideas comunes, como ser: la UTOPÍA, la
creencia de que era posible transformar al hombre y a la sociedad mediante el
diseño arquitectónico. La TENDENCIA A LA ABSTRACCIÓN, entendida
como el lenguaje que ha conseguido liberarse de cualquier relación con la
realidad objetual y logra la profundización de la dimensión espiritual del hombre.
La EXTALTACIÓN DE LA TECNOLOGÍA MAQUINISTA, más atenuada en el Expresionismo.
La máquina fue aceptada mayoritariamente como el factor principal que
permitiría realizar una arquitectura nueva. Un cuarto aspecto fue la RUPTURA
CON EL PASADO. La mayoría del movimiento renovador se propone crear un arte
nuevo, de pura actualidad y no heredado.
Estas vanguardias fueron la
influencia directa que recibió nuestro continente durante el siglo XX. En
América Latina se pensaba y vivía una arquitectura cuyas raíces nos eran
exóticas, cuyas propuestas no daban respuesta a nuestras necesidades. Sufrimos por
mucho tiempo de una colonización pedagógica, con profesionales formados en
universidades de Europa, que luego volvían a América intentando aplicar lo
aprendido para otras realidades.
Recién en las décadas del 40 y
50 encontraremos movimientos nuevos que intentarán pensar la arquitectura desde
el punto de vista del propio lugar, rescatando la historia Latinoamericana y
las necesidades de nuestra gente.
MODERNIDAD O MODERNISMO?
La arquitectura moderna en
América Latina se comenzó a desarrollar a partir del 1930 y su influencia mayor
fue dada por el racionalismo, encabezado por el arquitecto Le Corbusier. Así
como los congresos de arquitectura y urbanismo CIAM.
Los Estados de ésta época tenían formas muy contradictorias de
identificación política, desde dictaduras militares, autocracias conservadoras,
hasta populismos democráticos, pero donde todos estaban convencidos de la
necesidad totalitaria de un “Estado fuerte” con destino inexorable de
protagonismo.
La arquitectura del Estado prefirió muchas veces una alternativa
“racionalista” porque la misma le
permitía hacer más obras con menos costos económicos que los tradicionales y
recargados edificios neo-académicos. Pero cuando llegó la hora de realizar los
edificios símbolos, desde el Capitolio cubano hasta los Ministerios, en la
mayoría de nuestros países se apeló a las mastodónticas formas del
monumentalismo neoclasicista. Este desconcierto de la transición a la
modernidad continuará hasta avanzada la segunda mitad del siglo.
Recién en la década del 40, una mayor conexión con las vanguardias
europeas y con el exilio de arquitectos renovadores que la guerra civil
española y la segunda guerra mundial arrojaron a las costas americanas, se
podrá constatar la presencia de grupos de accionar homogéneos.
Nuestras vanguardias se instalaron con éxito en países tan distantes
como México o particularmente el Uruguay, donde en las décadas de los 20 y 30
se realizó por parte de arquitectos como Del Campo, Aubriot, Surraco, Scasso,
Vilamajó, Cravotto y otros, una excepcional producción innovadora. En México la
obra de Obregón Santacilia, Segura, De la Mora, Pani y Mendiola fue acompañada
teóricamente por Villagrán García quien fundamentaba la “concepción racional de
la arquitectura”.
Amparados por el Estado, los funcionalistas pudieron experimentar sus
teorías en vastos conjuntos edilicios con programas sociales de sanidad,
vivienda y de educación de profunda repercusión. Asimismo, la integración con
la obra de los muralistas revolucionarios marca una de las propuestas de esta
transformación modernista. Estos programas edilicios recurrirán a las
manifestaciones de una arquitectura
“funcionalista” que expresaba, a mediados del siglo, el espejismo de un
modernismo sin la verdadera modernidad que hubiera significado, por ejemplo, un
proceso de industrialización.
Las revistas de arquitectura premiaban los grandes logros de conjuntos
de viviendas que expresaban la “modernidad” desde el “23 de enero” de Caracas
de Villanueva, los Multifamiliares de Pensiones de Mario Pani en México, hasta
los multitudinarios de Lugano, Soldati, Ciudadela o La Rioja en Buenos Aires.
Conjuntos que años después mostraban los traumas sociales, las cicatrices
profundas de una arquitectura pretenciosa planteada para el papel satinado de
las revistas, impulsada por los “mayores costos” de las empresas constructoras
y generadora de los guetos de delincuencia más despiadada.
Como contrapartida, las tempranas obras de Luis Barragán en Jalisco
muestran la ductilidad de una arquitectura razonable que integra variantes de
las arquitecturas mediterráneas de tradición islámica y recupera efectos de luz, textura y color en
los espacios internos, afirmando el papel primordial del jardín, el verde, la
sombra y el agua en los microclimas externos. Manejo del espacio y del detalle
serán valores de una arquitectura americana que no se quedará en el fácil
recurso de copiar los repertorios historicistas.
Otros arquitectos preocupados por rescatar la historia Latinoamericana y
por utilizar materiales propios del lugar, son Rogelio Salmona, Eladio Dieste y
Juan O´Gorman y otros tantos.
Este tipo de arquitectura, que toma en cuenta el lugar: clima,
topografía, luz, formas tectónicas, es una nueva vertiente llamada Regionalismo Crítico (teoría
desarrollada por Kenneth Frampton). El en Regionalismo también se incorporan
aspectos que se encuentran dentro del contexto sociocultural, pues se destaca
la importancia de conocer e incluir los rasgos idiosincrásicos de la región
dentro del diseño. La idea es representar, destacar y darle carácter e
identidad al lugar.
En esta oportunidad estudiaremos la obra de 3 destacados arquitectos que
ilustran esta vertiente regionalista.
ROGELIO SALMONA
Rogelio Salmona nació en París en 1927, pero a los 4 años su familia
viajó a Colombia para radicar de manera definitiva. Por lo que su niñez y
arraigo pertenecen al país latinoamericano. Estudió algunos semestres de
arquitectura en Bogotá y en 1948 retornó a Francia. Trabajó en el atelier de Le
Corbusier durante casi diez años. En 1958 volvió a Colombia, la mayor parte de
su obra se encuentra en Bogotá. En 2003 ganó el Premio Alvar Aalto y en 2007
fue candidato al permio Pritzker de Arquitectura.
La obra de Salmona se caracterizó por estar fuertemente ligada a las
raíces latinoamericanas y a su contexto urbano. Involucró no solo el contexto
geográfico, también el histórico y social. Se destacó por la utilización de
materiales artesanales, como el ladrillo, la piedra y el hormigón. Utilizó el
agua como elemento conector, mediante canales, espejos de agua, estanques y
piscinas. También influye la luz y la vegetación, logrando así generar
emociones y una rica experiencia corporal. Sus edificios permiten la apropiación
colectiva y la identificación de los habitantes con la arquitectura.
Una de las influencias más grandes en su obra fue la arquitectura
precolombina, en el sentido del espacio y el recorrido. También se vio
influenciado por la arquitectura árabe y mudéjar.
LUIS BARRAGÁN
Luis Barragán fue un reconocido arquitecto mexicano, nacido en 1902. Estudió ingeniería civil e inició su actividad
profesional en 1927. Fue el único mexicano
en recibir el Premio Pritzker, en 1980.
Su obra se basó en la búsqueda de una síntesis personal de la
arquitectura mexicana con el aporte de las vanguardias europeas. Reconociendo
las raíces de la cultura latinoamericana y desarrollando un estilo propio, destacando
así la identidad y el contexto.
Su arquitectura se concibe como un juego de planos, luz y texturas. Un
verdadero paseo sensorial, sin perder de vista el manejo del agua, el cual es
otro elemento a destacar en su obra.
Las influencias más notorias en su obra fueron la arquitectura andaluza,
la tradición árabe y los patios mediterráneos. Pero también tuvieron parte los
arquitectos Le Corbusier y Mies Van der Rohe.
Su obra más famosa, es tal vez su propia casa, construida en 1948. La
cual fue incluida por la UNESCO en 2004 a la lista del Patrimonio Mundial. Como
la definió la propia UNESCO: es una obra maestra dentro del desarrollo del
movimiento moderno, que integra en una nueva síntesis elementos tradicionales y
vernáculos, así como diversas filosóficas y artísticas de todos los tiempos.
ELADIO DIESTE
Eladio Dieste fue un ingeniero uruguayo nacido en 1917. Su obra fue
influenciada mayormente por el arquitecto catalán Antonio Bonet y por las obras
de Joaquín Torres García.
El año 2005 fue designado como el “año Eladio Dieste” por parte del
Museo de Arte Moderno de Nueva York, la Universidad
de Princeton y el MIT de Massachusetts, como forma de
homenajear a su obra.
Su interés por los temas estructurales lo llevó a desarrollar un nuevo
sistema constructivo, la “cerámica armada”. Sistema por el cual logró realizar
bóvedas y muros curvos de ladrillos, con estructuras de acero y un mínimo de
hormigón, logrando así la máxima liviandad posible. El ladrillo es un material
básico y accesible y permitía desligarse de los procesos industriales de
construcción, su confección se lograba de manera artesanal, adaptándose a la
forma requerida.
Gracias a este método constructivo logró un manejo plástico de espacio y
la luz excepcional. El espacio generado demuestra que es posible combinar vanguardia
arquitectónica, creatividad formal, trabajo artesanal y economía de medios.
BIBLIOGRAFÍA
FRAMPTON, Kenneth (1998) Historia Crítica de la Arquitectura Moderna. Editorial:
Gustavo Gili.
SEGAWA, Hugo. (2005). Arquitectura latinoamericana contemporánea.
Barcelona: Editorial Gustavo Gili.